Grandes Historias de exorcismos



Desde que vi El Exorcista, siempre me ha llamado la atención este tema. Bueno, en realidad primero leí el libro de Blatty y más tarde (cuando tuve edad suficiente para que me dejaran entrar a la sala) vi la película. 

Los exorcismos en realidad no son tan raros como la gente piensa. Claro que no son cosa de todos los días, y la identidad de las personas que han sido exorcizadas se mantiene en absoluto secreto pero, sólo para poner un ejemplo, se sabe de un sacerdote que tiene el récord en este departamento ya que, él solo, ha realizado más de 50,000 exorcismos. 

He aquí algunos de los casos más conocidos: 

Anneliese Michel 

Anneliese Michel es la niña en la cual está basada la famosa película de El Exorcismo de Emily Rose. 

Anneliese era una muchacha profundamente religiosa que, un día, se vio poseída por los espíritus de Hitler, Nerón y Caín (aquél que mató a su hermano Abel, ¿recuerdan?). El padre Ernst Alt, un cura local que, por casualidad, era también experto en exorcismos, fue el primero en reconocer la necesidad de que la chica fuera exorcizada. Cuando la medicación que se le administró a Anneliese falló en controlar sus síntomas (contorsiones exageradas, múltiples personalidades y el uso de muchas voces distintas), el exorcismo fue aprobado por el obispo y éste fue realizado por el pastor Arnold Renz. Anneliese murió a los 24 años de edad, el 1° de Julio de 1976 (el día que Anneliese había pronosticado que sería liberada por los demonios). Sin embargo, la causa oficial de la muerte fue deshidratación y desnutrición. Al momento de su muerte, Anneliese pesaba únicamente 30 kilos. 

El exorcismo de esta mujer duró nada menos que 11 meses. 


Robbie Doe 



Este exorcismo es muy famoso, debido a que es la historia en que fue inspirado el mencionado libro de El Exorcista, escrito por Blatty. Más tarde, la novela fue adaptada para el cine y se convirtió en una de las películas más taquilleras de todos los tiempos. Dicho incidente ocurrió en 1949. Robbie Doe era un niño (no una niña, como en la cinta) que fue poseído tras utilizar la tabla ouija. Fue llevada al Hospital de Georgetown donde comenzó a recibir rituales de exorcismo por el padre Edward Hughes. Iban por la quinta sesión del exorcismo cuando el chico zafó uno de los muelles de la cama y apuñaló al padre con él. El sacerdote no murió, pero requirió 100 puntos de sutura. 

La familia se mudó a St. Louis donde al chico se le practicó otro exorcismo y ésta vez los rituales durarían seis semanas. Como en la película, la cama se sacudía y, supuestamente, los objetos volaban por toda la habitación. Después, comenzaron a aparecer marcas en la piel de Robie, incluyendo la palabra "Evil". Finalmente, el exorcismo terminó exitosamente y el muchacho fue capaz de llevar una vida normal, sin recordar casi nada de lo que había sucedido. 

La Mujer de Earling, Iowa 

La población de Earling se encuentra en el estado de Iowa, Estados Unidos. Un día, el padre Theophilus Riesinger llevó a una muer de 40 años al templo franciscano que se encuentra en esa ciudad para someterla a un exorcismo. A pesar de ser muy religiosa, la mujer decía que era incapaz de entrar a orar a una iglesia desde que tenía 14 años. Hablaba en lenguas que no conocía, era anormalmente fuerte y no podía estar cerca del agua bendita ni de nada que hubiera sido bendecido. 

Cuando la mujer llegó al convento, una monja roció la comida con agua bendita, y cuando la mujer recibió la comida, enloqueció. Dijo que le llevaran un plato que no hubiera sido bendecido. 

El exorcismo comenzó a la mañana siguiente y continuó por los siguientes 23 días. Aunque la mujer apenas había comido, vomitaba cantidades fabulosas de un liquido maloliente 10 o 20 veces al día, hablaba en diferentes idiomas y con numerosas voces y maldecía a la gente de la habitación donde se encontraba. El día número 23, el padre Theophilus sintió que los demonios se debilitaban y bendijo a la mujer. Ésta comenzó a aullar. Profería a gritos los nombres de los demonios que la poseían. Cuando dijo el nombre del último demonio, abrió los ojos y, repentinamente, fue capaz de pronunciar nuevamente el nombre de Jesús por primera vez en años. 

Una Adolescente en el Vaticano 

El Papa Juan Pablo II realizó el exorcismo de una niña de 19 años en el Vaticano en el año 2000. El padre Gabriele Amorth era el exorcista oficial de la Diócesis de Roma y había intentado exorcizar a la niña el día anterior, pero falló. Los padres de la chica la llevaron ante el papa en una audiencia semanal en la Basílica de San Pedro con la esperanza de que la bendición del sumo sacerdote le hiciera algún bien a su hija, pero aparentemente eso no ayudó. Todo lo contrario: La chica comenzó a empeorar. Los periódicos italianos reportaron que la adolescente comenzó a proferir insultos al Papa con "voz cavernosa" y que peleó con los guardias con fuerza sobrehumana. Se le informó al Papa sobre la situación de la niña y éste paso 30 minutos con ella. Cuando el Papa dejó a la niña, ésta dijo: "Ni siquiera la cabeza de la Iglesia puede expulsarme". 

Seguramente muchos de estos casos son únicamente problemas de salud mental. Sin embargo, no deja de ser interesante la forma en que sucedieron y los numerosos mitos que se han creado alrededor de este asunto de la posesión demoniaca.
 




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Publicado por soysuperhappy el Sábado, 30 de Septiembre de 2006 



El maligno se manifiesta 

Todo empezó con el ruido de un suave goteo en casa de los Mannheim � los nombres son falsos �, en Mount Rainier (estado de Washington). Allí vivía Robbie, un chico de 13 años, con su abuela materna, su madre y su padre. El persistente sonido se inició un sábado por la noche. El niño y su abuela se hallaban solos y realizaron una gira por las habitaciones buscando el origen del ruido. Al entrar en el dormitorio de la anciana, vieron que en un cuadro en el que se representaba a Jesús estaba torcido y se movía como si alguien golpeara la pared tras él. El goteo cesó para dar paso al chirrido de unos arañazos tras la pared, "como si una garra rascara la madera". Los arañazos continuaron oyéndose durante once días. Comenzaban hacia las siete de la tarde y paraban a media noche. Curiosamente, se detuvieron el día en que murió Harriet, una tía espiritista de Robbie, que había enseñado al muchacho a manejar el tablero ouija. A partir de aquel momento, Robbie pasaba horas enteras jugando con la ouija, intentando entrar en contacto con su querida tía difunta. Fuera ésta o no la causa de la posesión, el hecho es que los fenómenos paranormales comenzaron a producirse a su alrededor sin interrupción. Al irse a dormir oía pasos junto a su cama y, durante el día, objetos y muebles pesados se deslizaban por el aire o se volcaban solos. Sus parientes podían ver girar vertiginosamente las sillas en que Robbie se sentaba. Él insistía en que no era culpa suya. Pero la fenomenología crecía y llegó a un punto de paroxismo la noche en que, para ahuyentar el miedo del chico, su abuela y su madre se acostaron con él. De pronto el colchón levitó y colcha y sábanas � completamente estiradas � se elevaron ante sus ojos como si algo invisible tirara de las esquinas... 

La familia consultó a médicos, psiquiatras y psicólogos, que declararon normal a Robbie. También a médiums que diagnosticaron una crisis de adolescente que pasaría a su tiempo. Pero Robbie ya no podía siquiera ir al colegio: su pupitre daba saltos y golpeaba los de los demás niños. Había comenzado a volverse hosco y reservado. Además, durante las noches tenía pesadillas en las que parecía hablar con alguien. Sus padres se dirigieron a un sacerdote luterano llamado Schulze quien, creyendo estar ante un poltergeist, rezó por el muchacho. Pero, tras pasar una noche con él y ser testigo directo de la aterradora fenomenología que rodeaba a Robbie y, sobre todo, al aparecer el 26 de enero sobre el pecho del niño unos arañazos en forma de letra, "como si alguien los hubiera trazado desde dentro con un cuchillo", Schulze comenzó a pensar que un poder maligno había invadido al muchacho. 

Es sabido que la posesión demoníaca se manifiesta, progresivamente, de tres formas: infestación (el demonio actúa sobre la materia circundante y produce fenómenos telequinéticos de toda índole); obsesión (atormenta a la víctima sin hacerla perder el conocimiento pero de modo evidente); y posesión (invade el cuerpo de la persona y lo trata como propiedad suya). Para Schulze, Robbie estaba a punto de pasar a la tercera fase, así que recomendó a la familia consultar a un sacerdote católico: "Ellos entienden de estas cosas". Y es que, mientras las iglesias luteranas no conceden ninguna credibilidad teológica a la existencia del demonio, la católica tiene una larga tradición de exorcismos que se remonta a los realizados por Jesús. Además, desde los comienzos de la Cristiandad, cuentan para practicarlos con un ritual que se formalizó en 1614 bajo el nombre de Rituale Romanum. 

Fue así como los Mannheim se pusieron en contacto con el padre Hughes, párroco de la iglesia católica más cercana. Al principio éste se limitó a darles agua bendita y unos cirios consagrados, remedios infalibles contra el demonio. Pero la botella con agua bendita explotó al entrar en el dormitorio de Robbie y las velas, al ser prendidas, lanzaron tales llamas que casi incendiaron la casa. Entonces Hughes decidió visitar al chico. Al parecer, Robbie estaba en la cama, en estado de trance, y le recibió diciéndole en latín: "Oh, sacerdote de Cristo, sabes que soy un demonio. ¿Por qué me molestas?". 

Precisamente, según el Rituale Romanum, la capacidad de hablar o entender una lengua extranjera desconocida anteriormente por la persona es una de las características de la posesión, sobre todo si va unida a la exhibición de una fuerza sobrehumana, el conocimiento de hechos ocultos o futuros y una profunda aversión hacia lo sagrado que se manifiesta incluso hacia las medallas, cruces o reliquias ocultas. Así que Hughes � tal y como indica el ritual � solicitó permiso para practicar un exorcismo al arzobispo de Washington, O�Boyle, quien, incomprensiblemente, se lo concedió. 

Y es que en el Rituale se dice expresamente que "el sacerdote designado para hacer un exorcismo, además de distinguirse por su piedad, prudencia y vida íntegra, debe ser inmune a cualquier ansia de engrandecimiento personal y no confiar en su poder sino en el divino, así como de edad madura y reverenciado no sólo por su cargo sino por sus cualidades morales". Características todas ellas que Hughes, a sus 29 años de edad, no había tenido tiempo de reunir. Tampoco siguió el joven párroco otra instrucción del ritual, a saber: "Recurrir a un estudio profundo del asunto (...) examinando los autores aprobados y los casos producidos". Quizá por todo ello, aunque realizó una confesión general, ofreció misa y oraciones especiales e incluso ayunó, el exorcismo resultó trágico. 

A finales de febrero, Robbie fue ingresado en el Georgetown Hospital, dirigido por jesuitas y atendido por monjas que guardaron el más absoluto secreto. Fue atado con correas a una cama y permaneció tumbado con los ojos cerrados, aparentemente tranquilo. Al entrar Hughes en la habitación, tocado con birrete negro, estola púrpura al cuello y con un reluciente aspersor de agua bendita, Robbie "despertó" y con voz perentoria le ordenó quitarse la cruz que llevaba oculta. Asimismo se dice que empezó a proferir juramentos en lengua semítica y aramea y en su pecho comenzaron a aparecer nuevos arañazos. 

Hughes se arrodilló junto a la cama con el ritual en las manos, recitó la Letanía de los Santos en latín y luego el Padre Nuestro con el que comienzan las oraciones propias del exorcismo, pero al decir "Mas líbranos del mal", Robbie logró desasir una de sus manos y aflojar una pieza del somier... La monja y el auxiliar presentes oyeron de pronto un alarido de Hughes... Robbie había rajado el brazo izquierdo del sacerdote desde el hombro hasta la muñeca. Alguien dijo que para cerrar la herida fueron necesarios más de 100 puntos. El exorcismo no prosiguió. Hughes sufrió una crisis nerviosa y abandonó Mount Rainier durante un tiempo. 

Jesuitas en acción 

Las murmuraciones de los vecinos, la desesperación o el hecho de que el cuerpo de Robbie empezara a actuar como un tablero ouija formando palabras con arañazos, fueron el detonante para que sus padres se trasladaran a St. Louis, donde tenían parientes. Allí, la familia pidió consejo al padre J. Bishop, profesor de teología. 

Bishop habló con sus superiores y parece que la comunidad jesuita se hizo cargo del asunto. El 9 de marzo, éste visitó por primera vez a los Mannheim. Les interrogó sobre lo sucedido y realizó aspersiones con agua bendita por toda la casa. Especialmente en el dormitorio de Robbie, donde además practicó un exorcismo simple y colocó una reliquia de Santa Margarita sobre la almohada. Todo fue inútil. La reliquia salió disparada y rompió un espejo y el propio Bishop presenció el frenético movimiento de la cama de Robbie y los arañazos que aparecieron en su cuerpo. Al día siguiente habló con el padre William S. Bowdern, jesuita de 52 años, responsable de la iglesia de San Javier y considerado como un hombre santo por quienes le conocían. Por indicación del arzobispo Ritter, habría de ser Bowdern quien llevara a cabo el exorcismo. 

El 10 de marzo por la noche, Bishop y Bowdern hablaron con Robbie y rezaron el rosario con él. El niño parecía tranquilo, pero en cuanto le dejaron solo en su habitación volvió a gritar pidiendo ayuda. Poco después mostraba dos arañazos en forma de cruz en sus antebrazos, algo que no dejó de extrañar a los jesuitas que en secreto habían llevado una reliquia del antebrazo de san Javier. Los sacerdotes calmaron a Robbie y le bendijeron. Pero, en cuanto le abandonaron, Robbie sufrió una gran crisis durante la cual una librería de 25 kilos se movió sola colocándose ante la puerta de su dormitorio. Su madre logró introducirse por una rendija en la habitación a tiempo para ver cómo el crucifijo y las reliquias que los sacerdotes le habían puesto se deslizaban solos por su cuerpo hasta quedar a los pies de la cama. Los muebles habían cambiado de sitio por sí mismos, el niño se retorcía de dolor debido a los arañazos y las sacudidas del colchón eran frenéticas. 

Tras haber ayunado, celebrado misa y hecho su confesión general, el 16 de marzo por la noche, Bowdern inició el exorcismo que habría de prolongarse en sucesivas sesiones hasta el 18 de abril. Comenzó pidiendo al niño que hiciera un examen de conciencia. Luego fue en busca de toda la familia y de los otros sacerdotes: Bishop, que habría de escribir el diario, y Halloran, de 26 años, cuya fuerza era necesaria para sujetar al poseso. Tras rociar con agua bendita la cama, que no dejaba de moverse, comenzó a leer las letanías del ritual. Cuando dijo: "Yo te ordeno, espíritu impuro, seas quien seas, junto con todos tus asociados que han tomado posesión de este siervo de Dios, que, por los misterios de la Encarnación, Pasión, Resurrección y Ascensión de nuestro Señor me digas mediante alguna señal tu nombre, el día y la hora de tu partida...", ronchones rojos y arañazos cruzaron la garganta, los muslos, el estómago, la espalda y el rostro de Robbie. En su pecho apareció la palabra hell (infierno), y había sangre suficiente para ser secada con un pañuelo. Sobre el escaso vello púbico del niño también se dibujó la letra X y la palabra go (ir). Bowdern interpretó que el demonio se iría en diez días a través de la orina o los excrementos. En lo primero se equivocó. En lo segundo no. Pues, en cada sesión de exorcismo, salían de Robbie grandes cantidades de orina maloliente. 

A partir de ese día, la lucha contra el mal fue ganando la batalla. Durante otra sesión, al preguntar al demonio su nombre, se dibujó con arañazos sobre el pecho de Robbie la palabra spite (rencor). No obstante, durante el día Robbie era un muchacho normal, algo característico de los posesos. Sólo durante los períodos de crisis, que a veces duraban horas y que, salvo en raras ocasiones, se presentaron siempre de noche, parecía ser otra persona. Chillaba, ladraba, reía diabólicamente, insultaba y maldecía al oír las plegarias o el nombre de Jesús. Y, al ir avanzando el exorcismo, comenzó a hablar con una voz profunda, ronca, y a volverse más violento. Gritaba obscenidades a los sacerdotes, les acusaba de terribles actos sexuales y les escupía. Su delgado cuerpo se arqueaba tanto que podía tocarse la cabeza con los dedos de los pies. Cantaba melodías que desconocía. Agitaba los brazos desesperadamente y, en cuanto se veía libre de ataduras, soltaba violentos puñetazos. 

La última señal 

Robbie era luterano y el padre Bowdern decidió bautizarle para acogerle en el seno de la Iglesia Católica. Además, el bautismo es otra forma de exorcizar. Sin embargo, tras recibir este sacramento, se tornó más agresivo. La voz del demonio salía con más frecuencia durante las crisis, hablaba con más autoridad, y profería más obscenidades. Su rostro adquiría expresiones diabólicas y sus uñas, extraordinariamente largas, arañaban su pecho. 
Conforme avanzaba la batalla, a los períodos de crisis se sucedían estados de calma en los que el chico proyectaba un aura siniestra que los exorcistas llaman "el roce de Satanás". En cierta ocasión estuvo cuatro días muy tranquilo, pero era sólo otra treta del maligno que, "a veces, deja al cuerpo libre de molestias para hacer creer que ha sido expulsado", señala el Rituale. 

Finalmente, tras pasar por un verdadero calvario, durante el cual estuvo alojado en la rectoría de la Iglesia de San Javier, Robbie regresó en tren a Maryland y volvió de nuevo a Saint Louis. El niño fue ingresado a principios de abril en el hospital de los hermanos de los pobres. 

El día 18 de ese mes, el padre Bowdern, consumido por el prolongado ayuno y la vigilia, se enfrentó a la que sería la última batalla. Robbie había comulgado ese día y los hermanos de los pobres habían puesto en su habitación una estatua del arcángel San Miguel venciendo al dragón. Con el último amén del exorcismo la habitación pareció invadida de una calma absoluta y Robbie habló con una nueva voz, clara, autoritaria, rica y profunda: "Satanás, Satanás, soy san Miguel y te ordeno a ti y a los otros espíritus malignos que abandonéis el cuerpo en nombre de Dominus, inmediatamente, ¡ahora, ahora, ahora!". Entonces, durante 7 u 8 minhttp://taringa.net/edicion.form.php?id=3048854utos, Robbie sedebatió entre violentísimas contorsiones. Luego, dijo con calma: "Se ha ido". Miró a los sacerdotes y aseguró sentirse bien. Todos se felicitaron. Todos menos Bowdern, que ya no se fiaba del maligno y esperaba una señal característica del final exitoso del exorcismo. Robbie contó que había visto en sueños como el arcángel se había encarado con el diablo haciéndole retroceder hacia una cueva cerrada con barrotes en cuya entrada estaba la palabra spite. Cuando los demonios desaparecieron, notó como si algo tirara de su estómago. Luego se sintió relajado y feliz como no lo había estado desde el 15 de enero. A la mañana siguiente comulgó en la capilla del hospital. Por la tarde durmió una larga siesta. Cuando despertó parecía no recordar nada de su penosa experiencia. "¿Dónde estoy? ¿Qué ha ocurrido?", preguntó. En esos momentos, una explosión resonó en todo el hospital. Era la señal que Bowdern esperaba. Cuando Robbie salió del hospital, su habitación fue clausurada con llave. En el cajón de la mesilla permaneció el diario de Bishop hasta ser hallado en 1978. 

Poco después de finalizar el exorcismo, durante una misa celebrada por Bowdern en la iglesia de San Francisco Javier, el ábside se iluminó y ante los asombrados jesuitas allí reunidos brilló por un instante la imagen de san Miguel, con una espada llameante en la mano. 

La casa donde se iniciaron los hechos fue quemada durante un ejercicio de bomberos. Hoy tan sólo queda el solar, pero nadie quiere comprarlo. 
A pesar de las amenazas de muerte prematura que el demonio hizo a los exorcistas, el padre Bowdern murió en 1983 con 86 años y Bishop en 1978 con 72. En cuanto a Robbie, su vida transcurrió con normalidad. Se casó y tuvo dos hijos. 

No tuvieron tanta suerte algunas de las personas implicadas en el rodaje del film, William Friedkin, el director, recibió numerosas amenazas por parte de grupos satanistas. Cuatro miembros del equipo murieron en misteriosas circunstancias. La desaparición de objetos � incluidas varias cintas con escenas ya filmadas � era frecuente. En fin, tal cúmulo de desgracias que ha llevado a algunos a sugerir que sobre la película pesa una maldición
 




Acá Algunas imagenes
 

Anneliese Michel: la verdadera Emily Rose 
Estas imagenes fueron sacadas durante el exorcismo
 


 

 

 


 


 

 

 

Esta es la imagen de su tumba 
 
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